Copi-pego este artículo que saqué de un blog que me gusta mucho HOMOECONOMICUS
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Por Emmanuel Alvarez Agis *
La posible reaparición de las cuasi-monedas es catalogada por los economistas ortodoxos como una “amenaza”. La posibilidad de que las provincias no puedan afrontar sus obligaciones con recursos propios desata la preocupación de algunos economistas, para los cuales el déficit fiscal es siempre una señal de alarma. En un momento donde la demanda externa se encuentra en franco retroceso, la adjetivación de las cuasi-monedas realizadas por algunos economistas parece, cuanto menos, cuestionable y parcial. Haciendo abuso del lenguaje, este tipo de consideración sobre las cuasi-monedas es, más bien, un cuasi-análisis. Paradójicamente, y a contramano de esta visión, el mundo pregona a favor del incremento de una cuasi-moneda en particular, los llamados Derechos Especiales de Giro del FMI, como principal alternativa de salida frente a la crisis internacional.
La parcialidad de los cuasi-análisis se hace explícita cuando se entienden los argumentos económicos que los sustentan. La necesidad de evitar la aparición del temido déficit fiscal (cuya expresión son las cuasi-monedas) descansa en una visión ortodoxa que no sólo ha sido desacreditada por su incapacidad de dar cuenta de la actual crisis económica internacional; basta mirar en el pasado reciente para confirmar que este descredito no es ninguna novedad. Hacia mediados de los años ‘30, y en medio de la llamada “Gran Depresión”, Keynes inauguraba la macroeconomía realizando una crítica demoledora a la teoría ortodoxa de la época. Al contrario de lo que pasa en la ficción, aquí cualquier similitud con la realidad (actual) no es mera coincidencia.
La proliferación de argumentos ortodoxos en el ámbito local se refleja en la preponderancia que adquieren estas visiones en la prensa local. El “sentido común” que yace por detrás de la concepción ortodoxa es una herramienta de poder inusitado a la hora de convencer a la opinión pública de la conveniencia de evitar el déficit fiscal. La analogía con la situación familiar roza lo obsceno: el Estado, al igual que la familia, no debe endeudarse por encima de sus medios. Aquí resulta necesario señalar lo que fuera dicho por Marx: si la ciencia y el sentido común coincidieran ¿qué sentido tendría entonces la ciencia?
Por eso, una evaluación científicamente responsable del efecto de las cuasi-monedas en particular, y del déficit fiscal en general, requiere superar la parcialidad propia de los argumentos ortodoxos, tomando en cuenta las características específicas que definen a la economía local y el peculiar contexto internacional que enfrenta la Argentina. Con un perfil de demanda externa en franco retroceso, debido a una crisis internacional de magnitudes ecuménicas, apuntalar la demanda interna aparece como el único instrumento que permitirá a la Argentina sortear los efectos derivados del shock externo. La mayor incertidumbre que emana como producto de la crisis hace poco probable que esta tarea pueda descansar sobre el sector privado y, en particular, sobre la inversión privada.
Es por eso que el principal objetivo (estatal) frente a la crisis debe ser el de apuntalar la demanda doméstica instrumentando una política que permita redireccionar el crecimiento hacia el desarrollo del mercado interno, apoyándose en la expansión del consumo privado y la inversión pública como principales sostenes del crecimiento. Por lo tanto, el déficit fiscal no es ninguna “amenaza”, sino simplemente una de las posibles herramientas con las que cuenta el Estado para cumplir con ese objetivo. De hecho, la opción de las cuasi-monedas no es la única alternativa: el déficit fiscal podría ser financiado por el Banco Central. El destino de esos fondos (sueldos públicos y/o inversión pública) generaría un impacto positivo sobre el nivel de actividad, a contramano de lo señalado por los fundamentalistas del libre mercado.
No obstante, el rechazo de las consideraciones realizadas por la teoría ortodoxa no implica desconocer el set de restricciones relevantes para la Argentina, entre las cuales la más destacada es, sin duda, la restricción externa. En una economía pequeña y abierta al mundo como la nuestra, las políticas que apunten a incentivar la demanda deben, a la vez, procurar minimizar el impacto sobre las importaciones y la fuga de capitales. Aquí, el control de capitales, el acceso al crédito externo, las medidas paraarancelarias e, inclusive, el aumento de impuestos que sean completamente destinados al aumento del gasto público, son los complementos necesarios de la, también necesaria, política fiscal expansiva. En un momento donde el mundo realiza un pragmático rechazo del equilibrio fiscal tan pregonado desde la ortodoxia, los cuasianálisis que reproducen esas posiciones en el medio local no resisten el más mínimo de los análisis.
* Economista, FCE-UBA.
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