Mucha gente aparece hoy sorprendida al descubrir que, casi sin darse cuenta, tantos adolescentes parecen haberse vuelto violentos y por ende peligrosos y reclaman de la sociedad toda, tomar medidas para revertir la situación.
Hace muchos años algunos pocos venimos gritando, a veces en el desierto, que no podíamos esperar un futuro mejor para todos cuando más del 50% de los adolescentes que viven en situación de pobreza no terminan la escuela secundaria.
Pero, además, en los últimos años hemos advertido que todo se complicaría aún más al ver que al coro de cifras triunfalistas en tiempos de crecimiento económico, mientras algunos; un sector de la sociedad se enriquecía y lo ostentaba obscenamente, otro sector mucho más numeroso seguía ajeno a la distribución de la riqueza producida por todo el país y recibía apenas las migajas de la fiesta.
Finalmente, más cercanamente, el "paco" vino a terminar de pudrirlo todo y a agregar un componente explosivo a esta situación insoportable.
Multitudes mediáticas angustiadas aparecen hoy, cual hordas sociales, reclamando venganza ante los hechos de violencia producidos por los pibes.
La política institucional intenta ponerle nombres técnicos a esta sed de violencia y venganza para disimular lo que difícilmente se sostenga sin vergüenza.
Podemos, claro está, mejorar las leyes y los códigos.
Podemos hacer que los pibes sean encarcelados desde más chicos y juzgados con "alguna" garantía.
Pero no encontraremos ahí los cambios que estamos buscando.
Un profesor me dijo alguna vez: "La sed no se sacia con trescientos canastos de pan sino con un vaso de agua". ¿Cuál es el agua que necesitamos para comenzar a calmar nuestra sed?
No existen soluciones mágicas, pero sí sendas y caminos abiertos y bien orientados. Los resumiría diciendo: "Hay que trabajar más por y con los pibes". Hoy, contrariamente a lo que se supone, es muy poco lo que estamos haciendo. Demasiado poco en relación con el problema que enfrentamos.
Las organizaciones sociales que trabajan con estos pibes casi no tienen recursos y deben mendigarlos una y otra vez ante gobiernos, empresarios y personas de manera extenuante y, no pocas veces, denigrante. Y no son pocos los grupos que trabajan por y con estos pibes y que hoy están atravesados por el desaliento y la falta de apoyo.
Las escuelas, con muchísimo esfuerzo, llegan a una parte de estos adolescentes. Pero el trabajo más duro, el que se hace con los pibes que están en situaciones más delicadas, lo hacen las organizaciones sociales, grupos u operadores barriales, iglesias… Y allí, en una gran generalidad,
los recursos son escasos o inexistentes.
Como ya dijimos tantas veces, le es más fácil a un pibe conseguir un arma en un barrio que poder comprarse un libro. Así, vamos muy mal.
Por supuesto que el problema se reduciría a una mínima expresión si todos los adultos tuvieran un trabajo digno, vivieran en casas habitables y pudieran sentir que sus necesidades básicas están garantizadas por la organización de una sociedad inteligente y responsable. Pero mientras tanto, hay cosas para hacer. Y no son pocas.
Algunos hablan hoy del "ingreso ciudadano", otros de sistema de becas, o de promoción de tutores… cualquiera de estas propuestas será más efectiva que la construcción de cárceles para menores.
Contar con centros de recuperación de adictos será mejor que tener penas más duras. Cuidar la permanencia de los adolescentes en la escuela nos dará más resultados que "levantar" a los pibes de las esquinas para pedirles dinero a su entorno a fin de no prolongar estas "detenciones".
Evitar que les vendan alcohol o "pastillas" a los pibes y que los menores no puedan entrar en los "boliches" de los adultos, tendrá mejores resultados que ponerlos presos cuando se los encuentre con droga en los bolsillos.
Yo no quiero ser cómplice de una sociedad que exige venganza. Y ratifico mi profunda convicción de que cualquier menor de edad, aún el que haya cometido la mayor atrocidad, puede recuperarse si es tratado con verdadero afecto, comprensión y firmeza.
Si esto a veces se hace tan difícil es porque como sociedad seguimos mirando para otro lado. Algunos por conveniencia, otros por egoísmo, algunos por inoperantes, otros por corruptos.
Ante tanta exigencia de bajar la edad de imputabilidad de los pibes, rogaría a Dios que baje la "edad de imputabilidad" de tantos adultos que, como no son sancionados por la sociedad por su mediocridad e irresponsabilidad, merecerían sufrir en esta vida al menos el "castigo divino" por tanta indolencia y mezquindad. Esos adultos que, desde lugares y posiciones de poder –público o
privado- retacean su apoyo a los que dan la vida en el cuerpo a cuerpo de cada día para devolverle la esperanza a nuestros pibes.
Es de miserables arrojar a un pibe a un charco de barro y luego castigarlo por estar sucio. No nos comportemos como miserables.
Buenos Aires, 22 de abril de 2009 Gacetilla nº 040
FUNDACIÓN SES ANTE EL DEBATE POR LA BAJA DE LA EDAD DE IMPUTABILIDAD.*
Columna de Opinión de su Director Ejecutivo, Prof. Alberto Croce.
Más información:
Fundación SES: rrii@fundses.org.ar
Te: 4381-4225/3842
www.fundses.org.ar
Publicado por Blog SES
Hace muchos años algunos pocos venimos gritando, a veces en el desierto, que no podíamos esperar un futuro mejor para todos cuando más del 50% de los adolescentes que viven en situación de pobreza no terminan la escuela secundaria.
Pero, además, en los últimos años hemos advertido que todo se complicaría aún más al ver que al coro de cifras triunfalistas en tiempos de crecimiento económico, mientras algunos; un sector de la sociedad se enriquecía y lo ostentaba obscenamente, otro sector mucho más numeroso seguía ajeno a la distribución de la riqueza producida por todo el país y recibía apenas las migajas de la fiesta.
Finalmente, más cercanamente, el "paco" vino a terminar de pudrirlo todo y a agregar un componente explosivo a esta situación insoportable.
Multitudes mediáticas angustiadas aparecen hoy, cual hordas sociales, reclamando venganza ante los hechos de violencia producidos por los pibes.
La política institucional intenta ponerle nombres técnicos a esta sed de violencia y venganza para disimular lo que difícilmente se sostenga sin vergüenza.
Podemos, claro está, mejorar las leyes y los códigos.
Podemos hacer que los pibes sean encarcelados desde más chicos y juzgados con "alguna" garantía.
Pero no encontraremos ahí los cambios que estamos buscando.
Un profesor me dijo alguna vez: "La sed no se sacia con trescientos canastos de pan sino con un vaso de agua". ¿Cuál es el agua que necesitamos para comenzar a calmar nuestra sed?
No existen soluciones mágicas, pero sí sendas y caminos abiertos y bien orientados. Los resumiría diciendo: "Hay que trabajar más por y con los pibes". Hoy, contrariamente a lo que se supone, es muy poco lo que estamos haciendo. Demasiado poco en relación con el problema que enfrentamos.
Las organizaciones sociales que trabajan con estos pibes casi no tienen recursos y deben mendigarlos una y otra vez ante gobiernos, empresarios y personas de manera extenuante y, no pocas veces, denigrante. Y no son pocos los grupos que trabajan por y con estos pibes y que hoy están atravesados por el desaliento y la falta de apoyo.
Las escuelas, con muchísimo esfuerzo, llegan a una parte de estos adolescentes. Pero el trabajo más duro, el que se hace con los pibes que están en situaciones más delicadas, lo hacen las organizaciones sociales, grupos u operadores barriales, iglesias… Y allí, en una gran generalidad,
los recursos son escasos o inexistentes.
Como ya dijimos tantas veces, le es más fácil a un pibe conseguir un arma en un barrio que poder comprarse un libro. Así, vamos muy mal.
Por supuesto que el problema se reduciría a una mínima expresión si todos los adultos tuvieran un trabajo digno, vivieran en casas habitables y pudieran sentir que sus necesidades básicas están garantizadas por la organización de una sociedad inteligente y responsable. Pero mientras tanto, hay cosas para hacer. Y no son pocas.
Algunos hablan hoy del "ingreso ciudadano", otros de sistema de becas, o de promoción de tutores… cualquiera de estas propuestas será más efectiva que la construcción de cárceles para menores.
Contar con centros de recuperación de adictos será mejor que tener penas más duras. Cuidar la permanencia de los adolescentes en la escuela nos dará más resultados que "levantar" a los pibes de las esquinas para pedirles dinero a su entorno a fin de no prolongar estas "detenciones".
Evitar que les vendan alcohol o "pastillas" a los pibes y que los menores no puedan entrar en los "boliches" de los adultos, tendrá mejores resultados que ponerlos presos cuando se los encuentre con droga en los bolsillos.
Yo no quiero ser cómplice de una sociedad que exige venganza. Y ratifico mi profunda convicción de que cualquier menor de edad, aún el que haya cometido la mayor atrocidad, puede recuperarse si es tratado con verdadero afecto, comprensión y firmeza.
Si esto a veces se hace tan difícil es porque como sociedad seguimos mirando para otro lado. Algunos por conveniencia, otros por egoísmo, algunos por inoperantes, otros por corruptos.
Ante tanta exigencia de bajar la edad de imputabilidad de los pibes, rogaría a Dios que baje la "edad de imputabilidad" de tantos adultos que, como no son sancionados por la sociedad por su mediocridad e irresponsabilidad, merecerían sufrir en esta vida al menos el "castigo divino" por tanta indolencia y mezquindad. Esos adultos que, desde lugares y posiciones de poder –público o
privado- retacean su apoyo a los que dan la vida en el cuerpo a cuerpo de cada día para devolverle la esperanza a nuestros pibes.
Es de miserables arrojar a un pibe a un charco de barro y luego castigarlo por estar sucio. No nos comportemos como miserables.
Buenos Aires, 22 de abril de 2009 Gacetilla nº 040
FUNDACIÓN SES ANTE EL DEBATE POR LA BAJA DE LA EDAD DE IMPUTABILIDAD.*
Columna de Opinión de su Director Ejecutivo, Prof. Alberto Croce.
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Te: 4381-4225/3842
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